«Las ruinas circulares», uno de los ocho
relatos que componen El jardín de los senderos que se bifurcan (1941),
segunda colección de cuentos de Borges, habla de un hombre que se propone soñar
a otro hombre y dotarlo de realidad, y a medida que su deseo se realiza, se da
cuenta de que él también ha sido soñado por alguien.
En realidad, es el mismo juego al que
Borges recurriría muchos años después, por ejemplo, al escribir aquel «Un
sueño» de La cifra (1981), y que, pequeñito como es su texto, no me
resisto a reproducirlo aquí en su integridad.
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