Si existe algo por lo que deban envidiarnos en el resto del mundo, no es por tener un Gobierno bajo la sombra alargada de un bigote, que también, ni un príncipe moderno y juncal y una futura reina que lo fue del telediario, que también, ni unos equipos de fútbol de postín y repletos de extranjeros o una fiesta nacional que es una carnicería y un prodigio encantador para guiris, que también, ni el Alcázar de Toledo, ni el cardenal Antonio María Rouco Varela, ni qué se yo qué; si existe algo así, capaz de desatar la envidia más envidiosa de cuantas puedan sufrir nuestros compañeros de planeta, son estas tres cosas: la tortilla de patata, el gazpacho y los churros. ¡Va por nuestros tres valores patrios y por quienes disfrutan tanto como yo de sus virtudes!:
SONETO A LA TORTILLA DE PATATA
SONETO A LA TORTILLA DE PATATA
¡Cuántas veces tu carne lubricada
mordí para tenerte en tu calor
y cuántas las delicias de tu flor
me mancharon los labios, dulce amada!
No miento si te digo que es la nada
el mundo para mí sin tu sabor
y que sólo el recuerdo de tu olor
me turba, y se me pierde la mirada.
La culpa de este amor, de este penar,
la tuvo Juana, que me dio a comerte,
que me hizo, con sus manos, conocerte.
Hoy en tu honor, mi bien, quiero gritar,
tortilla de mi alma y de mi suerte:
¡viva el colesterol!, ¡viva la muerte!
SONETO AL GAZPACHO
Si mi sangre es volcán precipitado
que se afana en hallar leve frescura;
si mi mente se pierde en la locura
de ser mente de un cuerpo derrotado;
si mi alma no encuentra ya cayado
en que apoyar la flor de su armadura
y a mi voz se le quiebra la tersura
que la adorna, si es voz de enamorado,
por besar con mis labios tus humores
por sorber el picor de tu promesa,
por dejar, sin medida y sin empacho,
que tu savia apacigüe los rigores
con que sufro en la cama o en la mesa,
daré mi vida, ibérico gazpacho.
SONETO AL CHURRO
Agarrarte con mano delicada
buscando incontinente tu consuelo;
desearte caliente, como en celo;
morderte con mi boca ensalivada;
saborear feliz tu carne amada,
como manjar divino que es del cielo,
sintiendo que se colma el vasto anhelo
que padezco, de ti, con la alborada.
Tales son los deseos que tu esencia
me inocula domingo tras domingo,
que es el día en que yo, por fin, te nombro.
Y al churrero, con gesto de impaciencia,
te me reclamo en churro, porra o cohombro,
o incluso, si es preciso, en tejeringo.
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ResponderEliminarCon la que esta cayendo que bien nos vienen esos churritos de las tardes de los domingos de este invierno.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.