(soneto hiperestrambótico)
habrás de convertirte con el viento,
es tan verdad, que no pone contento
ni al maduro ni al viejo ni al pipiolo.
Por eso, si te frena un desarbolo
a causa de no haber tenido tiento
con tu apetito, lloras el lamento:
«De aquellos polvos, estos lodos, bolo».
Y es triste, porque, como Gabo dijo,
nacemos con los polvos, ¡ay!, contados,
y polvo que no se echa, según Cela,
jamás se recupera. ¡Pobre pijo!
Si te achacan los polvos abortados
y te riñen por ello, tú recela
de quien así te amuela,
que más vale un buen polvo, diu Serrat,
que un rapapolvo, y esa es la verdad;
y torna en falsedad
el posible epitafio que en tu caja
maldijera: «Limpio de polvo y paja».
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