Yo
conocí a uno de los capitanes de abril. Era joven, de treinta y tantos, alto y
bien parecido. Su sonrisa y su palabra rezumaban tanta afabilidad como los claveles
rojos en las bocachas de los fusiles. Los amigos no dejábamos de preguntarle
detalles sobre la revolución: cómo se estaba organizando la Portugal revolucionaria,
qué sucedía en los cuarteles con las asambleas de soldados, qué ocurría con la
participación del pueblo en las decisiones políticas, con las nacionalizaciones
de las industrias estratégicas y de la banca, con el reparto de las tierras,
con los antiguos pides —miembros de la policía política—. Cuanto más
escuchábamos sus explicaciones, más nos reconcomía una insoportable envidia
histórica; pero en aquella negra España de Franco, el viento del oeste no cesó
de soplar sobre la piel de toro con un perfume de claveles, con el grito
unánime de «O povo unido jamais será vencido», con los acordes del «Grândola
vila morena», la hermosísima canción de José Afonso, con la imagen de un
niño introduciendo un clavel rojo por la boca de un fusil. Eso sí: un
indeseable capitán de la policía militar del campamento de instrucción de
Colmenar Viejo de la época se dedicó desde entonces a gritar a los reclutas
cuyas voluntades quería someter con el «insulto» de «¡portugueses, que sois
unos portugueses!».
La
«Revolución de los Claveles» del 25 de abril de 1974 tuvo la virtud de unir el
comportamiento ético —ni un tiro, ni una víctima—, con la emoción estética
—militares armados y hermanados con los ciudadanos, claveles paralizando la
capacidad agresiva de fusiles y cañones—, y todo en defensa de la libertad y de
la justicia, y para derribar pacíficamente una de las peores dictaduras que aún
persistían en Europa junto a la de Franco.
Desde
luego, si uno anduviera ahora en Portugal no dudaría en unirse a las
manifestaciones que sin duda van a celebrarse hoy —Lisboa será una fiesta por
la libertad y contra los desmanes del neoliberalismo—. Y seguramente recordaría
emocionado a aquel pueblo que supo ganarse el respeto de los militares, a
aquellos militares que supieron ganarse el respeto de su pueblo, para conseguir
un país más justo y más libre.
¡Gloria
a los héroes del 25 de abril, al pueblo, a los soldados! ¡Gloria a sus líderes,
Vasco Gonçalves, Otelo Saraiva de Carvalho, Costa Gómez, José Afonso, Álvaro
Cunhal, Mario Soares!
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