I
Adónde irá veloz, con sus hombres
dispuestos a dar el último golpe, a llevarse del banco de Starbuck el dinero de
la compañía del ferrocarril, adónde irá, fatigada, con el cansancio de poner
continuamente la vida en juego, y siempre huyendo, huyendo la golondrina,
huyendo, la golondrina que de aquí se va, porque los cazadores de recompensa le
pisan los talones, los amigos que traicionan por un puñado de dólares, adónde
irá, o si en el viento se hallará extraviada, sin norte, sin sur, buscando
abrigo, abrigo en el grupo que no puede detener su carrera hacia la frontera,
en un grupo salvaje para el que la vida de cada cual no vale nada, y que más
vale segar de un disparo si dificulta su marcha desesperada e imparable hacia
las estrellas o hacia el abismo, buscando abrigo, sí, al otro lado de la
frontera, del río, solaz y descanso entre un pueblo que derrochará hospitalaria
ternura cuando reconozca a uno de los suyos, y sus amigos también son sus
amigos, buscando abrigo y no lo encontrará, ni siquiera entre las más bellas
mujeres de la tribu, porque la suerte está echada y los cazadores de recompensa
siguen incansables, como rapiñas, como buitres o cuervos negros, sus huellas,
atizados por el oro del ferrocarril y por el miedo a la cárcel y la tortura.
Adónde irá veloz y fatigada
la golondrina que de aquí se va,
o si en el viento se hallará extraviada,
buscando abrigo y lo no encontrará.
Junto a mi lecho le pondré yo su nido
en donde pueda la estación pasar.
También yo estoy en la región perdido,
¡oh, cielo santo!, y sin poder volar.
II
Pero es en la mirada silenciosa del
hombre, las miradas de los hombres, Holden el hombre, que acusa con emoción los
cantos que las mujeres le dedican para hacerlo héroe, la mirada del héroe, para
hacerlos héroes, Holden el héroe, los cantos de los niños que admiran el
desfile a caballo, la despedida, de tan heroica gallardía, los cantos de los
viejos nostálgicos que lo transmutan, que los transmutan, en personaje épico,
de leyenda, legendarios, junto a mi lecho le pondré yo su nido, porque lo
siento mío, porque quiero que regrese, que regresen, después de la batalla, que
vuelva junto a mi lecho, en donde pueda la estación pasar; es allí, en la
mirada silenciosa del héroe, la mirada de Holden, donde el grupo recupera sus
individualidades, porque en ella se lee que es injusto no pagar a las putas,
también yo estoy en la región perdido, dignidad de las putas, y que hay que
salvar la vida del amigo, ¡oh, cielo santo!, del revolucionario, también yo
estoy en la región perdido, que se hace necesario vengar la infamia de su
muerte brutal, y sin poder volar, y despiadada, que no queda sino enfrentarse
heroicamente contra la injusticia de los malos, los buenos aquí y los malos
allá, ¡oh, cielo santo!, echar mano de los fusiles, de las pistolas, y sin
poder volar, la mirada silenciosa del héroe, la mirada de Holden, coger las
armas y salvar el honor con la propia vida, y sin poder volar, no importa la
vida, no importa si es por la defensa heroica de la dignidad.
III
Cesaron los tiros, los malos sucumbieron
bajo vuestras balas justicieras, vuestros últimos suspiros aferrados a las
armas del heroísmo acallaron los sonidos del viento, pero tu mirada, la mirada
de Holden, aún permanece, impertérrita y
silenciosa, como el mejor verso de Homero, como el Pat Garret de
Dylan.
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